Semana del Libro con Elsa García

sábado, 25 de abril de 2020

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Hola!, ya va quedando menos, la semana del libro está llegando a su fin, pero la entrada de hoy seguro que os arranca una lagrimilla. La visión más personal de Elsa sobre sus chicos, los protagonistas de la serie Somos Agua. En cada línea verás el amor por todos ellos, y podrás vislumbrar lo difícil que fue a veces sacar a relucir su historia.

Los primeros en llegar fueron Hana y Victor en Joder si te quise, después Gabi y Marc en Si no es contigo no es y por último, Malena y Jorge en Eres lluvia aun sin saberlo.

Tres novelas que te harán sentir, en cada página y verlos a ellos viviendo Sanr Jordi en Barcelona es mágico.


Siento sus nervios. Hace meses que no la veo y, sin embargo, aún tengo esa conexión con ella que logra que, si está nerviosa, a mí se me seque la boca. Pero es que en el 2021, Sant Jordi es más importante que nunca para Malena.
Hana, su jefa y mejor amiga, ha pasado un año muy duro tratando de mantener a flote su pequeña librería, esa que Malena considera hogar y que tantas noches de desvelos le ha costado.
Han sido meses difíciles, en los que remontar ha parecido a ratos una utopía y a ratos un imposible, pero ellas nunca han sido mujeres que se rindiesen. Si la vida se tuerce, disfrutan del viaje en montaña rusa.
Joder, son tan fuertes que no puedo evitar sonreír cuando pienso en todo lo que han superado, en todo lo que han crecido.
—Vale, todos lo tenéis claro, ¿no?
Miradlos, ahí colocaditos en la Plaza Cataluña, tan llena de gente que cada dos por tres alguien los empuja un poco para entrar en la jungla que es hoy Las Ramblas.
—Que sí, Mal, cariño —contesta Jorge con el hartazgo llenándole la voz.
—A ver, repetidme lo que tenéis que hacer cada uno.
Marc pone los ojos en blanco ante la insistencia de su hermana, pero comienza a recitar de memoria el plan que la morena ha trazado punto por punto.
—Víctor y yo nos vamos a las casetas del fondo, a las que están por el Mirador de Colón, para echar un ojo a los autores locales y, si vemos alguno que pueda resultar interesante, le hablamos de la posibilidad de hacer una firma en Leer da sueños.
Su toniquete no es el que más gusta a Malena, pero lo da por bueno porque no puede perder más el tiempo con discursos motivacionales que imbuyan a sus amigos su pasión por este día.
—Bien, perfecto. ¿Cuñado?
Gabi levanta la cabeza del móvil en ese momento, donde tiene a medias una partida del Candy Crush, y tiembla un poquito al enfrentarse a la mirada iracunda que le dedica Mal.
—¿Qué? Eeeh… Ilustradores. Eso. Yo busco ilustradores.
—Que para eso es tu campo, correcto.
Malena da una palmada en el aire y fija la vista en su chico, que no necesita ni que le pregunte.
—Yo reparto publicidad de la librería a todo el que me encuentre.
—Pringado. —Gabi intenta disimular la pullita con una tos que no engaña a nadie, pero Malena no ha terminado de repasar el papel de todos, así que deja a los dos niños grandes de su vida dándose empujones mientras se pican con gilipolleces.
Chasquea los dedos frente a los ojos de Hana, perdidos en la inmensidad de puestos que hay a las espaldas de su amiga. Sonríe tanto que Malena se pregunta cómo no le dolerá ya la mandíbula.
—Hana, concéntrate, por Dios.
—Que sí, tía, que sí. Que nosotras vamos a la caza de novedades y autores interesantes. A lo loco —recita su jefa, recolocándose la mochila que cuelga de su hombro.
—Bien. —Malena pega un par de palmadas y da una vuelta sobre sí misma para encarar la feria. —¡Pues al lío, gente!
Cada uno de ellos toma un rumbo distinto, aunque las únicas que parecen ilusionadas de verdad por esto son Malena y Hana.
La primera se pasa dos horas recorriendo la zona de Las Ramblas que le ha tocado. Revisa estantes, apunta títulos y analiza a la competencia. Le hubiese encantado poder estar detrás de un puestecito, atendiendo a clientes y haciendo recomendaciones, pero no consiguieron que el Ayuntamiento les diese un hueco. Son centenares las librerías que lo solicitan y no siempre hay espacio para todas.
Pobre, mi chica parece realmente agotada cuando termina con el trecho que se había autoasignado.
Me encantaría poder cogerla de la muñeca y decirla que tiene que pararse a respirar, que no puede dejar que la ansiedad de los últimos meses le gane la batalla. Ella sabe cómo hacerle frente a la más absoluta de las miserias, así que sé que va a poder con esto, pero las secuelas psicológicas que dejó el coronavirus en ella, cuando la pandemia remitió y la cuarentena cesó, se manifestaron tarde; así que aquí está de nuevo, luchando contra su mente. Y ganándola poco a poco. Como siempre. Como cada vez que la vida lo exija.
Se aparta un poco de la multitud, cruzando de acera y buscando refugio en una pequeña callejuela paralela a donde está. Saca el móvil para ver si alguien ha escrito en el grupo de WhatsApp avisando de que ha terminado con su tarea cuando le parece escuchar la voz de Jorge.
—¡Y una mierda! Es imposible, Gabi. No sé cómo lo haces, pero estás haciendo trampas.
El ceño de Malena se frunce hasta que sus preciosas y pobladas cejas forman casi una línea recta. Se encamina hacia el eco que la risa del novio de su hermano deja tras de sí.
—No seas llorón, macho. Es la sexta partida que echamos y te he pulido en todas. Admite que soy más fuerte que tú y ya está.
No. El oído no la engañaba: su chico y su cuñado están en la puerta de un gimnasio que ha decidido promocionarse colocando en su entrada una de esas atracciones antiguas en las que tienes que golpear una pera de boxeo.
Los mata, sé que los mata.
—Yo os mato.
Lo que yo decía.
Da dos zancadas decididas en su dirección cuando Gabi grita por su vida. O entregando la de otros, más bien.
—¡Marc y Víctor llevan una hora tomando cañas en una terraza dos calles más abajo!
Eso consigue frenar en seco a Malena, aunque el enfado que colorea su cara consigue que su pintalabios rojo pase desapercibido en mitad de la marabunta colorada en la que se ha convertido su rostro.
—¿Qué?
Los dos chicos se quedan mudos de repente, arrepintiéndose de haber arrojado a los leones a sus amigos, aunque saben de sobra que ya no hay marcha atrás.
Malena empieza a caminar deprisa, buscando mesas al sol y a un par de traidores. No le cuesta demasiado localizarlos. Lo cierto es que esos dos destacarían allí donde fuesen, con sus barbas tupidas y esas gafas de sol rollo aviador que logran llevarse media docena de miradas antes de que Mal llegue hasta ellos.
—¡Sois… sois unos…! ¡Aarg! Estoy tan cabreada que no me salen ni las palabras.
—Eh, oye, calma hermanita. Tenemos el número de tres tíos y dos tías que podrían gustaros, y la mitad de ellos ya están convencidos para pasarse la semana que viene por la librería para hablar con vosotras. Somos rápidos, no puedes culparnos por eso.
Malena se fija en los seis vasos vacíos con restos de espuma que descansan frente a esos dos, pero se da por vencida cuando Víctor le tiende un papel con unos cuantos nombres y móviles apuntados.
Se gira hacia Gabi y Jorge, que la ha seguido hasta allí, buscando poder descargar con ellos la mala leche que la ha invadido.
—Yo he hablado con dos ilustradoras. Vale, podía haber hecho más, sí, pero tampoco vamos a fingir que nos sorprendemos porque me haya distraído un ratito. Además, he ayudado a tu chico a colocar toda la publicidad en tiempo récord.
Jorge mueve la cabeza arriba y abajo para confirmar las palabras de su colega, así que a Mal no le queda más remedio que calmarse y pedirles a todos que se marchen de allí para tratar de encontrar a Hana y poder disfrutar un poco del día todos juntos.
—Pues a ver cómo la localizamos entre toda esta peña. Parece que estamos en un Jumaji versión humana —se queja Gabi.
—¿Tenéis un programa de Sant Jordi?
—¿Cómo? —La pregunta de Víctor pilla a Malena a contrapié.
—Un programa, donde vengan las actividades y esas cosas.
Jorge trastea un minuto en su teléfono y se lo tiende con un PDF descargado lleno de horarios, autores y actividades.
—Está en la Plaza Real —afirma el rubio muy seguro de sí mismo después de buscar algo en concreto en la pantalla del móvil de Jorge.
—¿Y tú por qué sabes eso?
—Porque, querida Malena, conozco a mi novia como si la hubiese parido.
Y sin más explicación, se encamina hacia la plazoleta en la que esperan encontrar a la última integrante de su extraña y perfecta familia.
Hana espera en una cola eterna en la que ya solo hay un par de personas por delante de ella, aunque a su espalda los fans se cuentan por decenas. La sonrisa aún sigue perenne en su cara y parece tan nerviosa que da hasta ternura. Sujeta un libro entre las manos, aunque sería más correcto decir que lo abraza, como a un bebé.
Diez minutos después, sale de la fila y, al girarse, ve a sus amigos esperando por ella, así que se encamina a pequeños saltitos ilusionados hacia donde están.
—¡Listo! ¡No me lo puedo creer! Tengo todas, ¡todas! La firma de Matilde Asensi, la de Santiago Posteguillo y la de Almudena Grandes. Joder, estoy que no me lo creo.
—¡¿Llevas dos horas haciendo cola para conseguir que te dediquen novelas?!
—Sí.
Hana lo dice con tal mirada de adoración mientras guarda los libros en su vieja mochila que Malena no se siente con ánimo ni de reñirla.
—Os da igual —susurra—. Os da igual a todos. Se suponía que teníamos que venir aquí para hacer todo lo posible porque Leer da sueños siga remontando, para que no tengamos que cerrar, y os da igual.
Los primeros ríos asoman a sus ojos. Cómo me gustaría poder borrarle esa angustia que hace semanas que no la deja respirar bien… Malena, mi pequeña Malena, tan fuerte y tan frágil.
—Eh, oye, cariño, no.
Hana hace desaparecer el metro que las separa y la abraza con fuerza. Cuando la suelta, los brazos de Jorge sustituyen los de su amiga, sujetándola, convirtiéndose en ancla.
Su olor y su calor siempre la tranquilizan, aunque esta vez es Hana quien la recuerda algo que hoy se la había olvidado, por los nervios, por las ganas de acelerar las cosas, por la necesidad de sentir que todo mejora.
—Malena, lo prometimos. Prometimos no olvidarnos.
Mi pequeña Malena levanta hasta ella sus ojos mojados, que se llenan de comprensión y de recuerdos que duelen pero dan aliento.
—Quedamos en que, cuando aquello acabase y la calma volviese, no dejaríamos que todas las cosas pequeñas cayesen en el olvido; que no habría día que no disfrutásemos ni terraza que dejásemos sin asaltar. Prometimos vivir y dejar a un lado el miedo; disfrutar y disfrutarnos. Juramos que el mundo se nos quedaría pequeño. Y sé que crees que conseguir contactos hoy es importante, pero no, Mal. Lo que sí que es fundamental es marcharnos de aquí llenas de ilusión y de recuerdos bonitos, porque el año pasado ya lloramos por no vivirlo, ya lo echamos demasiado de menos.
Malena deja rodar dos lágrimas por sus mejillas, solitarias y sentidas. No se las limpia, no las esconde. El dolor nunca le pareció algo que disimular. Quien siente, pena a veces.
—Lo prometimos —repite Mal, como un mantra que la recuerda lo que de verdad importa, lo que aún está por llegar.
Hana estira la mano y ella la acepta sin dudar.
—Venga, hay un montón de historias que todavía no hemos vivido. Descubramos algunas.
Los veo alejarse para disiparse entre novelas que todavía no conocen y que consiguen que ellas se pierdan en contraportadas mientras ellos las miran con el mismo cariño infinito que ahora tiñe mi mirada.
Y los disfruto, a todos, como prometí hacerlo hace doce meses, cuando la oscuridad parecía comérselo todo y el fin de las desgracias se vislumbraba lejano. Cuando yo misma me prometí quemar cada hora de todos los días que vendrían; fuera, libres, juntos.
Cojo papel y boli y garabateo una frase que Malena me enseñó hace no tanto, pero que ella a veces parece olvidar. La cuelo deprisa en el bolsillo de la mochila de Hana, donde sé que la encontrarán antes de que acabe el día, solo para recordársela. Solo por si la necesitan.

Es un mal día, no una mala vida.

¿Habéis vivido algún Día del Libro en Barcelona? Os aseguro que pocas cosas pueden comparse a ver cada calle plagada de libros y rosas, una auténtica maravilla. 

Muchas gracias, Elsa García ;)

1 comentario:

  1. Qué bonito y qué buena conclusión. Esa moraleja deberíamos aplicarnosla todos/as a partir de ahora, me gusta. Pero me temo, q al final, los problemas y el día a día no nos dejan disfrutar lo que queremos o como queremos. Pero sí, deberíamos intentarlo al menos. Deberíamos aprender de todo esto.

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